sábado, 6 de mayo de 2006

Un mes de servicio social

UN MES DE SERVICIO SOCIAL


Por Leonardo Lira Lévano


Corría el verano del año 86, el último de la vida escolar, y bueno me puse a reflexionar sobre el verdadero significado de la palabra servicio. Partí de la premisa siguiente: “el servicio debe ser una necesidad que me haga sentir bien, pero de ninguna manera una obligación".
Decidí, entonces por iniciativa propia (sin que nadie me presione), poner en práctica este precepto brindando un mes de mis vacaciones. Mi intención era, junto con otros alumnos, construir unas aulas en una escuela del pueblo de Ite.
Cogí mis cosas y me fui a la aventura. Afortunadamente, contábamos con algunos veteranos en estas lides que habían participado en anteriores “Meses de Servicio” como mis compadres "Bolsa" (Mauro Pacci) y “Chinín” (Ellier Villanueva).
Debo reconocer que los dos primeros días fueron los más difíciles. Sobre todo por que había que levantarse temprano y uno no estaba acostumbrado (el gringo nos venia a destapar).
Otras dificultades que tuvimos que enfrentar fueron la magra alimentación. Hasta ahora nos preguntamos a dónde iba a parar las donaciones de queso y leche que entregaba diariamente el pueblo. Definitivamente algunos se dieron un trato especial.
Otros problemas eran el escaso sueño por culpa de las tabas de “Pecol” (Antonio Soto) y el tener a la familia lejos. Aunque esto último se superaba gracias al hilo telefónico. La verdad, es que reconfortaba mucho hablar con los seres queridos que se hallaban lejos.
Por si todo esto fuera poco, a medida que avanzaba el mes, el grupo se iba reduciendo. Algunos desertaban por enfermedad y otros por motivos desconocidos.
Sin embargo, todos estos inconvenientes no fueron impedimento para seguir con nuestra meta. Con el correr de los días, el apoyo de los maestros de obra (Capacutec y el Moqueguano) y de los profes (José Luis Mamani y Jeff Thielman) todos los inconvenientes fueron superados. Además, alentaba mucho ver los avances e ir comprobando que la obra iba tomando cuerpo.
Recuerdo numerosas anécdotas como el “cuete” que reventó en un cigarro, sobre las tabas de Pecol que cayeron encima del gringo Jeff, el desnudo al moqueguano, las guerras de tabas (suaave con la de pecol), el aguatero Sihuayro, las guerrad de pinguitas con los acopiadores de Lechey otras. En suma, así como se trabajó, también nos vacilamos de lo más bien.
Debo confesar que esta experiencia me ayudó mucho espiritualmente. Fue gratificante, por ejemplo, que el día de la clausura del año escolar recibiéramos, junto a nuestros padres, el reconocimiento de los pobladores y de las autoridades de Ite.
La verdad es que para mi no fue un sacrificio pasar un mes realizando una obra de Servicio Social. Por el contrario, fue algo que disfruté machismo y, sin lugar a dudas, marcó mi vida.
Ahora que ha pasado el tiempo, me reafirmo en que toda acción de servicio debe ser voluntaria, no obligatoria. A quien no le nace, simplemente, no esta formado para la vida. Y justamente para ese objetivo nos preparó el colegio. No por nada el lema del Cristo Rey es “EL QUE NO VIVE PARA SERVIR NO SIRVE PARA VIVIR”.

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